En el mundo actual, dominado por la globalización, las distancias se hacen cada vez más cortas y hay una cierta tendencia hacia la homogeneización que afecta, no sólo al ámbito social o cultural, sino también al biológico, con sus desastrosas consecuencias ambientales. Un buen ejemplo es el de las múltiples especies que viajan como polizones en las aguas de lastre que estiban los buques mercantes cuando navegan sin carga, capaces de invadir un entorno que no les corresponde.
El lastre ha servido desde tiempos remotos para mejorar la estabilidad de las embarcaciones, ya que, sin el peso de la carga, su centro de gravedad puede quedar por encima de la línea de flotación y hacer que escoren. Los primeros materiales usados como lastre fueron piedras, arena y otros objetos pesados, hasta que en el siglo XIX empezó a utilizarse la propia agua del mar. Una vez descargada la mercancía en el puerto de destino, los barcos que debían regresar de vacío navegaban lastrados con agua. Cálculos actuales estiman en más de 13.000 millones de litros el agua lastre que transporta anualmente la flota mercante en todo el mundo, arrastrando consigo piedras, sedimentos y unas 4.000 especies animales y vegetales. En consecuencia, este trasiego se ha convertido en el mayor vector para la transferencia marina de organismos.
Una de sus primeras consecuencias fue la llegada a Europa del mejillón cebra (Dreissena polymorpha), un pequeño bivalvo de agua dulce -aunque también resiste aguas salobres- originario de la cuenca del mar Caspio. El mejillón cebra colonizó los muelles de Londres en los años veinte del siglo XIX, introducido por la navegación fluvial, y desde allí se extendió poco a poco por todo el continente. En 1988 fue visto por primera vez en América del Norte, en un pequeño lago de Detroit (Estados Unidos), y desde los Grandes Lagos ha penetrado en diversos ríos norteamericanos. En el año 2001 Quercus publicó la aparición de esta especie en España, concretamente en el curso bajo del Ebro, seguramente a causa de una embarcación que traía aguas de lastre infestadas con larvas de mejillón cebra. A pesar de su pequeño tamaño, este Bivalvo provoca graves desequilibrios ecológicos, y que es muy prolífico, se alimenta de fitoplancton y compite con ventaja frente a otras especies. Además se adhiere a todo tipo de superficies sumergidas, como tuberías, buques, boyas e incluso a las conchas de loo bivalvos autóctonos, entre ellos la náyade Margaritífera auricularia , seriamente amenazada de extinción.
Algas y dinoflagelados.
Odontella sinensis , un alga asiática del plancton que se reproduce con extrema facilidad, invadió el mar del Norte en 1903. Posteriormente se detectaron otros casos similares en todo el mundo, como el de la llamada alga asesina ( Caulerpa taxifolia ). Todo empezó en 1970, a raíz de ciertos experimentos llevados a cabo en Stuttgart para dotar de mayor resistencia y tamaño a la especie tropical originaria, con el propósito de obtener una variación genética que pudiera utilizarse para decorar acuarios. En 1984 el Museo Oceanográfico de Mónaco, que ya contaba en sus acuarios con la nueva variedad genética, introdujo el alga asesina en las costas francesas del Mediterráneo en un accidentado proceso de limpieza. La Caulerpa llegó poco después a los fondos marinos y en 1992 alcanzó nuestro país introducida en las aguas de lastre de los buques. En la actualidad el alga asesina constituye un serio problema ambiental, ya que a sus rápido crecimiento hay que sumar una gran capacidad para reproducirse y su resistencia a medios muy diversos. Todas estas características le permiten desarrollarse con velocidad y sustituir a otras especies autóctonas, como la posidonia ( Posidonia ocenánica ), una fanerógama marina de aguas poco profundas, al tiempo que provoca la desaparición de otras muchas debido a las toxinas que produce, inocuas para el ser humano pero letales para multitud de organismos acuáticos.
Entre los polizones problemáticos que pueden introducirse con las aguas de lastre figuran también los dinoflagelados, un extenso grupo de protistas -fundamentalmente planctónicos-que pueden vivir tanto en aguas dulces como saladas. También producen potentes toxinas que, en algún caso, sí llegan a afectar a la salud humana. Estos organismos son los responsables de las mareas rojas, un fenómeno conocido desde tiempos remotos y que podría explicar el célebre relato bíblico que describe cómo las aguas del Nilo se teñían de sangre. Además, estas toxinas de los dinoflagelados se acumulan en peces y moluscos, con el consabido efecto sobre toda la cadena trófica. Por otro lado, una plaga de dinoflagelados puede provocar asimismo una disminución del oxígeno en el agua. Las plagas más peligrosas son las causadas por los géneros Gymnodinium y Alexandrium , que han afectado a las costas de Noruega y el Reino Unido. Una de estas especies, Alexandrium minutum , fue observada por primera vez en la costa occidental de Suecia y desde allí se extendió al mar del Norte, luego a la costa oriental de Estados Unidos y por fin a Australia y a Nueva Zelanda.
Otro dinoflagelado a teneren cuenta es Pfiesteria piscicida , especie descubierta en 1988 por científicos de Carolina del Norte. Existen veinticuatro formas distintas de este microorganismo, algunas de las cuales producen una serie de toxinas inocuas para el ser humano, pero asociadas a lesiones y a mortandades de una gran cantidad de peces, como la que tuvo lugar en Carolina del Norte y en la bahía de Chesapeake tras haber sido introducida en las aguas de lastre.
De regreso a las algas, Undaria pinatifida también ha provocado invasiones importantes. Conocida popularmente como alga Wakame, es anual y tiene un ritmo de crecimiento desmesurado, que le lleva a alcanzar tamaños entre uno y tres metros. Además es muy prolífica, pues el número de esporas que libera puede llegar incluso a los cien millones. Originaria de Japón, donde se cultiva para uso gastronómico (ensaladas, sopas, guarniciones de pollo y pescado, condimento para arroces y vegetales, en el mundo se consumen anualmente 20.000 toneladas de Wakame), fue introducida de forma accidental en las costas francesas en el año 1971. Desde entonces se han producido varias invasiones, como la de Argentina en 1992, donde llegó a través de las aguas de lastre de los buques procedentes de Corea.
Medusas, cangrejos y otros polizones
El cangrejo verde europeo ( Carcinus maenas ) es un voraz crustáceo de unos ocho centímetros de longitud que ha sido introducido por las aguas de lastre en Hawai, ambas costas de estados Unidos, Panamá, Madagascar, el mar Rojo, la India, Australia y Tasmania. Es muy agresivo y se alimenta de todo aquello que pueda atrapar, vivo o muerto, en el fondo del mar. Incluso es capaz de abrir las conchas de muchos bivalvos con sus fuertes patas, lo que le convierte en un serio competidor de otras especies autóctonas. Además, puede adaptarse a un rango muy amplio de condiciones ambientales y, sí tenemos en cuenta que sus larvas son capaces de sobrevivir más de ochenta días en el plancton, concluiremos que es un buen colonizador.
La medusa Mnemiopsis leidyi es un costas occidentales del continente americano. La pesca excesiva y la contaminación han provocado el declive de sus principales depredadores, como el rodaballo, el pez azul y la foca monje. Debido a la introducción de esta medusa, la pesca en la antigua Unión Soviética ha caído de manera brusca desde las 250.000 hasta las 30.000 toneladas anuales. Prácticamente lo mismo ocurrió en Turquía, donde se perdieron aproximadamente 300 millones de dólares en ingresos pesqueros entre mediados de los ochenta y principios de los noventa, con graves consecuencias económicas y sociales.
Otro intruso reciente es la estrella de mar Asteiras amurensis , originaria del Pacífico norte (China, Corea, Japón y Rusia). Tiene un diámetro de cincuenta centímetros y se reproduce con extrema rapidez, ya que las hembras adultas de mayor tamaño pueden llegar a producir hasta 19 millones de huevos entre junio y septiembre. Las larvas son capaces de permanecer más de noventa días en el agua. Se alimenta de una gran cantidad de moluscos, por lo que puede provocar graves alteraciones del ecosistema. Recientemente se ha introducido en el mar de Bering, en las costas del norte de Canadá y, sobre todo, en Tasmania, unas veces a través de las aguas de lastre y otras fijada al casco de los buques.